Como bien sabéis, una persona de altísima cualificación y trato deliciosamente agradable me ayuda a dominar esta mente perturbada de la cual soy poseedora.
Pista: es psicólogo.
Encima, es un 2×1; pues no solo te cura la conducta, sino que te alegra la vista en menos de un segundo. Maravilloso espécimen, lo sé.
Por dicho motivo no me ha quedado más remedio que llamarle “Doctor C.” Y sí, amigos y amigas, dado que soy de una generosidad inigualable e incomparable y, como siempre digo, amar es compartir, aquí tenéis la explicación de este acertadísimo apelativo.
Sin embargo, hoy vengo con las mejillas sonrojadas, ya que la cantidad de bobadas que suelto en aquella consulta no hacen honor a mi actitud, por lo general, de naturaleza comedida y prudente. Porque para qué negarlo, muchos pagarían sumas ingentes de dinero por ser dueños de esta personalidad mansa y reposada que siempre llevo por bandera.
Sí, vivo eternamente tranquila, plácidamente relajada y con las palabras justas y apropiadas para todo el mundo. Un sueño hecho realidad de persona. Así soy yo, qué os voy a contar: Simply irresitible, como cantaba Robert Palmer.
:::::::::Y HASTA AQUÍ LA IRONÍA::::::::::: (por si alguien está leyendo en diagonal).
Total, que una es de las de hablar como una cotorra cuando está en una situación atípica como es una consulta (escoja usted a su gusto: nefrología, la peluquería, el otorrino, la óptica, la ITV o el psicólogo). Bien es cierto que en mi caso, de todas las consultas del mundo, la única en la que estoy relajada es en la del Doctor C.
“¡Pues qué bien!”, pensará el respetable lector. Pues no crea usted, porque justo ahora estoy concluyendo que digo las mismas chorradas tanto estando tensa como relajada. Perdón, semi-relajada; los términos absolutos no existen en mi vida salvo para el autoinsulto, terreno en el que me muevo a la perfección.
Pero ese es otro tema, y no quiero darle la razón a todos aquellos que se quejan de que siempre me voy por las ramas. ¿Quééééé? Imposible. Seré de todo menos dispersa.
Ehhh….¿por dónde ibaaa?
Ah, sí, que estoy muy cómoda cuando voy al psicólogo, y no sé por qué alineación planetaria suelto una metedura de pata tras otra. De hecho, al salir, hago una especie de moviola y la conclusión siempre es la siguiente: TIERRA TRÁGAME.
No sé por dónde empezar siquiera (mal asunto). Podríamos hacerlo con esa portentosa anécdota en la que le comentaba al Doctor C. que me resulta muy eficaz escribir carteles con los comentarios tan acertados y útiles que siempre rescato de nuestras citas. El caso es que los dejo siempre en el dormitorio y, como el Costillo también opina y me ayuda con mis problemillas, no se me ocurre nada mejor que entonar en medio de la consulta y delante de una jovencita psicóloga en prácticas lo siguiente: “Pues al final en mi habitación hay dos hombres: Mi Costi y el Doctor C.”
Oleeeee. Qué elegancia, qué savoir faire. Pobrecito mío, que le paguen un extra por soportarme.
En mi defensa, lo que quería decir es que tengo la suerte de contar con gente que me aporta estupendas sugerencias para dormirme con tranquilidad y afrontar el día mejor, y que en ese caso se trataba de dos hombres fantásticos.
Aprovechando, por cierto, que mencionaba la presencia de un alumna en prácticas, os ofrezco de forma gratuita otra de mis megacagadas. Situémonos entonces en que hay ocasiones que entro en la consulta, y el Doctor C. me presenta educadamente a una persona joven, a la que yo, con un par de bemoles le otorgo el título de “Estudiante en prácticas”.
Ya puede tratarse de una reputadísima psicóloga, que yo siempre acabo pensando que acaba de llegar del viaje de fin de curso. Sea como fuere, no soy de las que se comporta con ellos como si fuesen una estantería, así que intento intercambiar tres o cuatro frases. Además, como los veo tan jóvenes, con su libretita y su boli; me dan como ternurilla y les hablo como si fueran idiotas.
Me intriga en grado sumo qué escribirán en sus libretas:
-Paciente: mujer de 40 años (se comporta como si tuviese 14)
-Me trata como si estuviera en la guardería. Le sigo el rollo.
-Me pregunta por el viaje de fin de carrera. WTF?
-Va de graciosilla. Le río los chistes. Malísimos, por cierto.
Ahora bien, el estrepitoso cénit de estos bochornos tuvo lugar un día en el que junto al Doctor C. estaba un “estudiante”, como los llamo yo. Ipso facto ahí empezó mi menda a hablarle como si fuera un niño de preescolar, en plan “Qué bien, qué bien, Gonzalito, ¿y te gusta lo que haces?”. Así que encadenando mis chorradas, poco me faltó para ofrecerle un Bollycao para el recreo y preguntarle si había hecho los deberes.
Con lo cual, agárrense todos, que aquí viene lo bueno: [Con voz de listilla, ojo] “Bueno, ¿y qué tal? ¿Te está gustando estudiar psicología?” ; a lo que el pobre chico responde “No, si yo soy psicólogo residente”.
[MATADME YA, POR FAVOR]
Madre mía, tendríais que ver mi cara. ¡Pero si yo al muchacho le echaba 23 años y resulta que se acercaba más a mi edad que a la que me inventaba yo! Qué vergüenzaaaaa.
De todos modos, debo admitir que uno de mis sofocos más ridículos aconteció el día en que tuve que hacer una tarea por escrito para el Doctor C. Sin comentarios: Pedazo de falta de ortografía que me marqué. Yo, que voy por la vida como el nuevo Luis de Góngora, tenía que contemplar aquel cagarro incorrecto e inflamable como la gasolina. El sonrojo fue de dimensiones faraónicas, y a pesar de que sé reírme (a veces) de mí misma, el bochornillo me duró varios días.
Así que después de lo cual, no sé ya qué camino tomar, si el de hablar solo con monosílabos o el de parlotear como en una corrala madrileña. Lo mejor sería elegir el justo medio, pero eso no va conmigo.
Aunque estoy en ello, que lo sepáis.
Qué gracioso. No te preocupes, yo también soy experta en meteduras de pata, sobre todo con mi jefe! Y delante de todo el mundo!
Me río mucho leyéndote. Eres genial.
Y lo peor de todo es q cuando intentas arreglar el desaguisado, la cagas el doble. 😂
Yo creo q he soltado megacagadas en todos los ámbitos de mi vida. Y las que me quedan todavía!
Genial q te hayas reído😘