Mi madre y su memoria súper selectiva

Mi madre y su memoria súper selectiva

Mala foto FBINo sé cuál es la ley física que le afecta a mi madre cuando hablo con ella porque cosa que le digo, suceso que le cuento o anécdota que le relato, se le olvida con una facilidad sorprendente.

Podría decirle que vaya al médico a verse eso del estribo, el yunque, el martillo y todas esas herramientas que salían en el libro de Naturales. Pero lo más probable es que ella me corrija recitando una a una las piececitas que conforman el oído externo e interno, así, de corrido; como quien canta la tabla del dos, ya que ella posee una memoria estratosférica y bien orgullosa que está.

Sin embargo, no intentes decirle que este mes tienes por fin la cita con el traumatólogo para ver si te da el alta por lo de tu esguince. Ni te esfuerces, vamos. El patrón que se suele repetir es el siguiente: “Pues en dos semanas tengo cita con el traumátólogo”, “La semana que viene tengo cita para ver lo del esguince”, “Mañana voy al trauma. A ver qué pasa”.

Dos días más tarde, le sueltas que te han dado el alta y que tu pie está muy bien. A lo que te responde: “¿¿Pero qué esguince?, ¡que no me habías dicho nada!” Sí, mamá, puede que “decir”, no te haya “dicho” nada, pero sí te he narrado, informado, descrito, comunicado y notificado cada consulta con el médico.

En ese momento, siento unos celos brutales del martillo, yunque y estribo; esas partes del cuerpo humano con nombre de caja de herramientas de mi padre. Pero se ve que a ella le han caído en gracia, y se las memoriza con un placer sensorial nunca visto.

Por supuesto, en cuanto compruebo que ha ignorado vilmente mis problemas vitales, se lo echo en cara en forma de inicio de una gran discusión, que es lo que mi madre y yo mejor hacemos. Os juro que es un gusto vernos en uno de nuestros pollos míticos. Qué bien nos complementamos, cómo sacamos nuestros ases y qué gozada es contemplar esa química como dúo bélico.

Pero no solo la capacidad auditiva de mi madre va regulín. Ya hace tiempo que su sentido de la vista falla según para qué cosas, a poder ser las que tienen que ver conmigo.

Para ilustrar este problema utilizaré ejemplos basados, como siempre, en la más cruda realidad. Supongamos que voy vestida con una blusa que tiene unos seis años y que me pongo una y otra vez. Desde luego, la vista de mi madre la percibirá como un atuendo tan novedoso que se acaba de sentir tremendamente fascinada por él.

En efecto, el comentario siempre es el mismo: “Mira qué monada de blusita”, “Mamá, tiene seis años y ya estás harta de verla”, “Oye, pues nunca te la había visto”, “Mamá, por favor, ¡pero si me la pongo siempre!”, “Ay, hija, ¡qué más da! La blusa es divina y ya está!”

Ante esta situación, yo no tendría más que admitir que el asunto carece de importancia alguna. No obstante, una mente como la mía, que tiende a lo negativo de forma natural y espontánea, imagina en ese momento a mi madre delante del FBI sin saber reconocer ninguna de mis prendas.

Nunca se sabe. Puede que yo sufra un desenlace peliculesco y, en ese caso, conocer las piezas de mi armario es fundamental. Y por eso ya sí que no paso.

Imaginaos que un miembro de la Yakuza viene a mi pueblo en mi búsqueda. Ahora que soy famosa con esto del blog, quiere hacerse conmigo para así ajustar cuentas con una banda rival.

Por supuesto, el FBI se interesará por desvelar la trama que rodea al asunto y le enseña a mi madre una blusa que me la habría puesto unas quinientas veces. ¿Resultado? Mi madre diciendo que no sabe de quién es la prenda. Le enseñan mi reloj. Mi madre desconoce a su propietario. Le muestran mis gafas. Aquí duda, puede ser que sean las mías o no. Y ya le enseñan una foto tamaño carné de mi careto y ahí sí que lo tiene claro. No soy yo. “¡Mi hija es mucho más guapa!”, asegura.

Así es mi madre, es como la wifi que le robas al vecino, se conecta y desconecta al mundo real con una facilidad que yo, francamente, envidio.

Eso sí, te enuncia como si fuera un notario todos los títulos de la colección de Agatha Christie, se acuerda de todos los Manolos que llevaba Carrie en Sexo en Nueva York y recuerda perfectamente  la fórmula de la ecuación de segundo grado. Ahora bien, no sabe el color del coche de su hija. 

“Mamá, ¿no ves que te saludé mientras iba conduciendo?”, “Ah, ¿sí?, ¿cuándo?”, “Pues ayer. El coche azul marino”, “¿Azul marino? ¿Tu coche es azul marino?”

Y ya te da la risa, porque ya me dirás.

Eso es lo bueno de mi madre, puede que no se acuerde ni de la cara que tienes, pero de cualquier modo, siempre vas a ser la más bella del universo para ella. Siempre serás la más lista, la mejor y a la que más quiere.

Más que suficiente.

7 comentarios

  1. Ja,ja,ja,ja,ja….. Tal cual, esa soy yo (igualita a mi madre).
    Es el gen hereditario de las “LERA” ja,ja,ja,ja,ja,…

    I love hoy so muchos.

  2. Maldito corrector, ja,ja,ja… Vuelvo a traducir
    I Love you so much!!!!!

    1. Author

      No sé quién es esta señora que me dice que me quiere en inglés. 😁
      Sea quien sea yo respondo en francés: Moi aussi😍

    1. Author

      Como pa no serlo!
      Te pasa unos apuntes a Word que alucinas mientras te cuenta que vio Jane Eyre en versión original. Vamos, es una ídola! 😂😘😘😘

  3. Moi ben descrita a memoria selectiva de túa nai,dou fé,jaaaaaaaa

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