Nochebuena entre dos.

Nochebuena entre dos.

Este año, en mi anárquica pero responsable familia, hemos decidido que las Navidades las celebremos cada uno a la lumbre de su propio hogar.

Nos es indiferente que cantantes octogenarios entonen villancicos ante cinco mil personas. En nuestra casa, aunque vamos sobrados de contradicciones, como casi todo el mundo, cuando nos toca ser buenos ciudadanos, lo somos. Así, mientras otros cantan El tamborilero, nosotros cantamos Cada mochuelo a su olivo, lo que empodera nuestra ética familiar.

Dicha decisión determina que mi Costillo y yo pasaremos, por primera vez, la noche del 24 de diciembre a solas con nuestro gato. Y a varios días vista, ya he averiguado dos cosas: una, que las vieiras no se preparan solas, y dos, que va ser de todo menos una noche a dúo.

Yo siempre he pensado que las vieiras son unas conchas monísimas y polifuncionales que pululan por ecosistemas marinos tal y como mi madre las pone en la mesa: con una salsita hecha a base de cebolla y pan rallado, que originalísimamente se denomina “salsa de vieras”, depositada en el interior de la concha, la cual, a posteriori, servirá tanto de cenicero como de instrumento de percusión.

Pero esta Navidad en pareja me ha hecho ver la cruda realidad de los seres naturales: que somos imperfectos. Y algunos, incluso feos, como las vieiras sin preparar. Resulta que son sucias, y tienen pelos y cosas pegadas, como si tuvieran tantos años como el Partenón.

De repente, he echado muchísimo de menos a mi madre. Ella hace que las vieiras luzcan lustrosas y navideñas. Es un poder que tienen las madres. No intentes imitarlas, porque no lo conseguirás.

Por otra parte, como he mencionado anteriormente, tras haber cotejado datos y acciones que han sentado jurisprudencia en nuestro historial de cenas con miembros de mi familia, las posibilidades de no cenar tranquilos crecen conforme pasan las horas. Tenemos ese don, y sé a ciencia cierta que muchos y muchas nos lo envidian, pues al aburrimiento a la hora de la mesa es una cosa tremendamente tediosa.

Así que, puedo pronosticar y pronostico, que a pesar de cenar sobre manteles distintos, todos tendremos nuestra dosis de meneo:

[Mi Costillo y yo preparados para saborear uno de los entrantes]:

– [TING] ¿Es mi móvil o es el tuyo? ¿O el tuyo pero el del trabajo? ¿O el tuyo pero el que llevas para hacer running? ¡Ay! ¡Que es el mío! -exclamo mientras me levanto para cogerlo.

– [VIDEOLLAMADA] :::Cantan al unísono::: Felís Navidáaa, próspero año y felisidáaa. Holaaaa, qué pasaaa (mis padres. Como si nos nos hubiéramos hablado en años). ¡Mirar cómo nos ha quedado la mesa! (Enfocan la mesa con el mismo pulso que el cine Dogma danés) ¡Centollos, langostinos, nécoras y vieiras! ¡Y luego… bacalao! ¡Hala, como unos marqueses!

– ¡Jo-der, qué bien vivís! -respondo.

– Pues cla ::::::shhhssss… ppjjjjssssccchhh:::::: [interferencias]… scucho… ::::::shhhssss….ppjjjjssssccchhh::::: me escuchas? -ya empezamos a liarnos.

[Tin tin tintiritínnnng], suena.

– ¿Qué es eso? -pregunto por teléfono.

– ¿::::::shhhssss….ppjjjjssssccchhh:::::: es eso? -me parece entender.

– Eso mismo digo yo, ¡que qué le estáis haciendo al teléfono!

– Eso es tu madre, que no se entera con el teléfono, y luego va de moderna -suelta mi padre, que siempre tiene un comentario para todo.

– ¡Que soy yo! -nos avisa el Costillo-, Que acaba de llamar mi madre. Dime mamá, […..], sí, a ver qué tal las vieiras. Vimos un tutorial en Youtube de cómo abrirlas…

– ¿Quién está al teléfono? ¿Mi consuegra? -pregunta mi madre-. Eoooo, ¡feliz Navidad, consuegraaaa!

– ¡Feliz Navidad, consuegra! -responde mi suegra-. ¡Besos!

– ¡Otro más grande para ti! -insiste mi madre desde la pantalla.

[Y ahora las dos se lían en un concurso absurdo de pantalla a pantalla, mandándose el beso a cada cual más grande].

– Bueno, mamá, papá; que se nos enfrían los langostinos -voy avisando.

– ¿Hiciste las vieiras como te dije? -inquiere mi madre.

– Pero si tú siempre me dices lo mismo: “Hazlo como tú veas”, que eso es como no decir nada, ¡y al final siempre tengo que ir a 1080 Recetas de Simone Ortega! -le respondo.

– Sí, mamá, un beso… sí… sí, al gato le hemos puesto una Whiskas premium, jeje. Venga, igualmente. Chao, mami –mi Costi, despidiéndose de su madre.

Media hora más tarde, volvemos a sentarnos a la mesa. Los langostinos se han enfriado pero nos da igual. Nunca hemos sido remilgados:

– Mira, ni el mandil me he sacado de encima. ¡Qué poca etiqueta en esta casa! -dice mi Costillo.

[TIING]

– Eso es el wasap. Anda, las chicas! -digo yo-. Dicen que si ponemos una foto de nuestra mesa.

– Espera que la hago con mi móvil. -Ya no sabe qué hacer para presumir de móvil-. Mejor quito esta fuente, que nos la dieron con las tapas de los yogures. Y ya si eso, aparto ese vaso, que es cutre. Espera, pongo mejor unas copas, que es Navidad, que miren que somos finos.

Y mientras mi Costillo rediseña una nueva mantelería y cubertería, yo casi que prefiero hacer mi Colacao caliente de todas las noches.

Y bien que he cenado.

Feliz Nochebuena.

2 comentarios

  1. Bravísimo!!! Qué gusto leerte! ❤️❤️

  2. Author

    Hola, Ariii!
    Muchas gracias! Qué halago.
    Lo bueno es que no tengo que esmerarme mucho con el brainstorming, porque en esta familia de dos nos pasa de todo y aquí hay historias para no dormir.
    Felices fiestas, bonita!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *