Con el mentón hacia abajo

Con el mentón hacia abajo

La coronilla es la nueva cara. Esa parte de la cabeza humana de la que nace en distintas direcciones el pelo, formando un grácil remolino situado en la zona más alta de todo el melón, se está convirtiendo en el rasgo físico diferenciador de las personas.

En otra época, por cortesía del bipedismo, reconocías a tu amigo Juan Antonio por su nariz chata, ojos pequeños y oscuros, labios finos y mentón pronunciado. En cambio, ahora, a Juan Antonio tendrás que recordarlo por su coronilla: nivel de frondosidad de cabello, tono exacto y trayectoria del remolino. Si se afeita con la maquinilla, se complica el asunto.

Y todo porque caminamos con la cabeza hacia abajo por culpa del móvil.

Aun así, no todo van a ser trabas las que nos provoca este endemoniado aparato. Sin ir más lejos, ya ha comenzado la revolución dentro del campo de la antropología. Los expertos se encuentran ante nuevas habilidades del ser humano no contempladas hasta ahora, como teclear con la cabeza gacha y caminar por la calle al mismo tiempo, esquivando eficazmente farolas, papeleras y baldosas tuercetobillos.

Gracias a un entrenamiento análogo al de una Roomba, el sujeto consigue desenvolverse con soltura incluso en un laberinto de espinos. Los antropólogos no dan crédito.

Asimismo, el teléfono móvil ha suscitado una agitación en el mundo empresarial. Con el inimaginable número de prestaciones que ofrece al usuario -de todo, menos llamar por teléfono-, los diseñadores de inventos están viviendo su época dorada creando accesorios para todas las situaciones posibles en las que se ve inmerso el ser humano. A saber: funda de plástico resistente al agua, para los baños en la playa, piscina, o en la ducha de tu casa. Hay veces que no te apetece perderte cómo dos madres se despellejan en el grupo de padres del cole.

Prosigamos con otro gadget de temática ornamental: Colgante a modo de cordel multicolor para llevar el móvil bien pegadito a tu pecho, ideal para asistir a la plataforma en contra de la antena de telefonía móvil que hay en tu calle. Encima, en la reunión te vienes arriba, te pones de pie como una furia, levantas la mano para pedir la palabra y sueltas los peligros de la radiación que emite la maldita torre de telefonía. Asintiendo, se encuentran doscientos vecinos que han prestado el móvil a los niños para que no se aburran en esos eventos para mayores.

El popular brazalete de velcro polifuncional, con el que sales a correr, te convierte en un as de las aplicaciones, imprescindibles si quieres hacer algo decente en el deporte, como ir corriendo desde tu casa hasta la terraza más cercana. Con ellas estudiarás tu ritmo cardíaco, velocidad media, tipo de pisada y, sobre todo, la última fecha en que lo pusiste en funcionamiento. Concretamente, hace dos meses y medio. Ahora tendrás que bajarte otra app que fomente las ganas de correr.  

Bien es cierto que no solo tienen éxito aquellos complementos destinados a ponértelos encima, también los hay para colgarlos sobre otra superficie, como el soporte para el salpicadero del coche. Sin duda, uno de los inventos más democráticos. De esta manera podrás comprarte un Citroën Xsara del 97, valorado en trecientos euros y trasladarlo a los tiempos de hoy, colocando en el soporte un Iphone de mil seiscientos euros. Lo más probable es que llores más por un percance con tu Iphone que con uno del el coche.

En efecto, la lista de accesorios es infinita, aunque lo será todavía más cuando teclear en el móvil se convierta en deporte olímpico. Ya ha llegado a la fase final de la elección del Comité, pese a que luchará ante otro fuerte rival: la rapidez de hacerse un selfi y subirlo a Instagram. La decisión estará reñida, pues el equipo de este último no requiere de ninguna equipación deportiva; un tanga será suficiente, lo que supone un ahorro a sus respectivas delegaciones.

Bien es cierto que la dependencia del móvil no solo nos ha regalado las habilidades ya citadas, sino que nos ha robado otras cuantas:

Actividades típicas de una sala de espera: Resolver crucigramas, hacer como que lees la National Geographic, aunque dentro tienes la Cuore, y hojear las revistas del Colegio de Odontología de España, horripilándote con encías enfermas y primeros planos de cirugías. En cambio, ahora, se opta por juguetear con el móvil mientras contestas desganada “ssstardes” a uno que ha entrado en la sala.

No contemplar la vida a través del ventanal de una cafetería. Te han dado una mesa que da a un enorme ventanal por donde entra la luz justa y el calorcito exacto. En la calle la gente circula de un lado para otro en un día de primavera estupendo. Yo podría pasarme horas con la mejilla apoyada en mi mano, viendo a unos, a otras, eso, aquello y lo de más allá. Lo prefiero antes que mil móviles, pero cierto es que siempre he sido un poco repipi.

En cama y en el sofá se lee menos. Lo hemos sustituido por darle un repasillo a las noticias en el móvil, atender mensajes pendientes, buscar la receta de una tarta, abrir un link de marujeos, ver cuántos mails te quedan sin leer, escuchar una canción en Spotify y ponerte con un podcast divertidísimo. A lo tonto, hora y cuarenta y cinco minutos que han pasado. ¿Lo siguiente? Planchar la oreja. Mientras, la novela que tienes encima de la mesilla reza para que te caigan las diez plagas. 

Las parejas ya no hablan en cama. Ese ratillo antes de dormir en el que repasáis el día que se ha terminado y avanzáis el siguiente, está dando paso a un triste silencio, interrumpido solo para mostrarse mutuamente unos memes graciosos.

Nota: He leído que hay un nuevo hábito circulando por ahí: prohibir los móviles en el lecho de amor. Pongámoslo a prueba.

Se come con una sola mano: La otra es para darle para arriba y para abajo a la pantalla. Me cuentan que el uso del cuchillo está desapareciendo, porque el comensal se las ha ingeniado para comer cual manco de Lepanto. Lo próximo en huir será el tenedor, porque comeremos con la cabeza metida en el plato mientras tecleamos a dos manos.

Por otro lado, nos hemos vuelto tremendamente impacientes. Nadie espera a que el semáforo se ponga en verde sin sacar el móvil del bolsillo, la gente se vuelve loca si le ha quedado el móvil en casa y tiene a cuatro personas delante en la cola del súper, en los cortes de publicidad YA NI SE ZAPEA, cada uno se coge su móvil y a esperar que vuelva la peli.

Por lo de pronto, yo, entre la mascarilla y los mentones hacia abajo me estoy olvidando de los rostros ajenos. Y como sigan bajando tendré que reconocerlos por la espina dorsal.

Involución, que se llama.

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