Partamos de la base de que eso no existe. En veinte años te aburrirás en algún momento, se trate de amor o de comer lo que más te gusta del mundo: las croquetas de tu madre.
Un día le dices a tu madre que si por ti fuera comerías croquetas todos los días de tu vida. Dado que estuvo dieciocho horas de parto por ti, ha desarrollado el hábito de hacer tus deseos realidad y te dejará un tupper de croquetas todos los días durante veinte años. Dicha travesía gastronómica se desenvolverá de esta manera: los cinco primeros años, estupendamente. Los cinco siguientes, bien, correcto, aunque puede que con algún día tonto. Hacia el año número quince: sin más, puede que con cierta tendencia a la desidia; y comenzando el vigésimo año, te declaras interiormente hasta el moño de croquetas.
Tranquilas y tranquilos, Mala de los Nervios, como experta en todo, multienteradilla y politeórica tiene esa frase tranquilizadora que tanta falta te hacía:
VEINTE AÑOS DE AMOR (CON EL MISMO) DAN PARA VARIOS ABURRIMIENTOS. SI NO LO VES ASÍ, VUELVE A TUS MUNDOS DE CONFETTI.
Empezando por sus manías, antes tan pintorescas, y que ahora las ves de frikis; su pantalón de chándal gris, hace tiempo tan amoroso, ahora lo quemarías en un bidón de gasolina; el modo de completaros las frases, antiguamente, adorable, ahora terriblemente repipi; mi camiseta XXL para dormir, al principio tan entrañable, hoy en día a ver cuándo te compras un pijama decente.
Dicho esto, culpas fuera. Somos humanos (mal)entrenados para seguir la estela de la felicidad continua, actividad agotadora. Vivir con la expectativas muy altas es una fuente de estrés tremenda, además de una promotora de culpa y una constante frustración.
En las relaciones de pareja, se supone que todos los días deberían ser veryromantic chupiguaydelamor. Ahora bien, te vas haciendo mayor y comprendes que debes asumir las etapas de apatía como algo natural, aunque evita acomodarte en esta postura porque el despiste se te puede ir de las manos.
Es momento entonces de ponerse manos a la obra. Aquí hay que currárselo para que la desgana no te pille más veces de las necesarias.
De manera que vayámonos directamente a la joya de la corona, al truco infalible, al estandarte del éxito del amor: QUE CORRA EL AIRE. El airecillo va fenomenal para múltiples cosas; seca la ropa, ventila la casa y también tu relación de pareja. Quedarte en casa a solas escuchando música o leyendo en el sofá con tu copita de lo que sea, sabe a gloria. O al revés, eres tú la que sale de casa a dar un paseo y de repente decides quedarte a tomar un refresco mientras miras la gente pasar. Esto es puro oro.
Como has salido a solas a darte un garbeo, has visto en un escaparate ese libro que va a alegrarle el día a tu Costillo. Optas entonces por EL REGALO SORPRESA. No hace falta ser millonario para darle a vuestro amorío un puntillo extra de emoción. Cualquier cosa vale si el otro no se la espera, mientras no sea la biografía de José María Aznar.
Ahora bien, si vas a entregar un agasajo espontáneo, acicálate un poco. Nunca viene mal ARREGLARSE UN POQUILLO para tu costillo o costilla. Puede que suene algo carroza, pero año y medio confinados y teletrabajando puede acabar con la líbido de cualquiera. El dichoso chándal gris de uno, las bragas cómodas con agujeros de la otra han estado bien para un rato, pero un día te vistes de persona y te sientes como Audrey Hepburn.
Es más, si te sientes como Audrey Hepburn sería una lástima dejar que el resto de la humanidad y tu Costillo no lo contemplase. Decidís salir a tomar algo, como cuando erais novios y cada uno vivía en su casa. Quedabais en un sitio a una hora y os recibíais como si uno viniera de la Patagonia y el otro de Nueva Delhi.
¿QUÉ TAL ENTONCES LA IDEA DE REVIVIR EL GLORIOSO PASADO DE AMOR TONTUNO HACIÉNDOOS LA PAREJA ENCONTRADIZA?
El problema es que lleváis quinientos años viviendo bajo el mismo techo. A ver cómo se tercia eso de ponerse guapos por separado para quedar con una novia o novio inventado. El truco es ponerle emoción porque misterio ya no queda mucho. En cuanto al emperifolle, mi Costillo se arregla en dos minutos, uno para ducharse y el otro para vestirse y lavarse los dientes. Cómo lo envidio. En un pispás se ha puesto requetemono y dice que va saliendo para luego hacer que nos hemos encontrado, como dos amantes a escondidas.
Yo espero un rato, y cuando me imagino que habrá llegado al punto de encuentro, pongo un pie en la calle. Maldita sea mi estampa, porque cuando llevo doscientos metros caminados lo veo en la acera tecleando el móvil como un poseso. Adiós al encuentro furtivo. “¡No te lo vas a creer! ¡Es Jaime!” -me suelta. “¿Pero no se supone que nos íbamos a encontrar secretamente?” -le digo. “Es que me acaba de decir que está en la terraza de allá y que nos está esperando. Vamos, ¿no?”. “Bueno, pero para arreglarlo un poco, me puedes tocar la pierna debajo de la mesa en plan picantón” -propongo. Siempre hay que tener un¸ plan de emergencia.
Lo que nos lleva a otra manera de combatir la desidia del amor: BUSCAR INNOVACIONES EN LA INTIMIDAD DE LA ALCOBA. Hay quien dice que se aprende mucho de las pelis porno. Yo no lo tengo muy claro, aunque van muy bien para los estudiantes de obstetricia.
Algo un poco más neutro es COCINAR JUNTOS UN PLATO O UN POSTRE QUE NUNCA HABÍAIS PROBADO. Imprescindible que los comensales seáis solo vosotros dos, porque ya se sabe que cuando cocinas para algún invitado las posibilidades de elaborar un churro descomunal son moderadamente elevadas. Cocinar en pareja es relajante y divertido, aunque a nosotros se nos olvida sacar la cubertería finolis, y al final comemos una vichysoise sobre el mantel con manchurrones de lejía y restos secos de Colacao.
Si decae la conversación en esta cena a dos, has de saber que el marujeo y el salseo siempre han sido motivo de hermanamiento entre seres humanos. Qué contradicción: poner a caldo a un tercero, confraterniza a otros dos. Esto ha sido así desde tiempos inmemoriales y también da buen resultado en el seno de una pareja. RECOPILAR SEPARACIONES, CORNAMENTAS Y DEMÁS COTILLEOS NUNCA VIENE MAL. Yo lo llamo interés sociológico. Denominarlo “hurgar en la vida de los demás” me parece muy feo.
Y para compensar la vil acción del critiqueo, no os olvidéis nunca de un ejercicio diario básico: LOS ARRUMACOS. Ojo, todo en su justa medida. Besitos antes de irse y al llegar, abrazarse en el sofá o caminar de la mano no le hace daño a nadie. Abstenerse besucones 24/7 y empalagos vivientes. La virtud es saber dosificarse, como todo en la vida. Incluso en el arte de quererse.