Las modelos de pasarela

Las modelos de pasarela

Analicemos hoy un tema, cuanto menos, perturbador: esas pobres muchachas que lucen sobre una tarima sus escuchimizados esqueletos . No tienen ni que hacer mucho esfuerzo para caminar, porque con tal de que alguien deje una puerta abierta sin querer, entra una corriente que las desliza estupendamente pasarela adelante.

En general, la industria a la que pertenecen les exige mantener sus cuerpos como espárragos de reducidísimo calibre, y en casi todas las exhibiciones se repiten los mismos patrones, previa advertencia del diseñador o diseñadora que monta el numerito. Las pobres no son más que unas mandadas.

Enunciaré, a continuación, las principales majaderías que he observado en estos tinglaos:

– Caminan a toda leche: Puede que al final de la pasarela haya un bocata de queso manchego con pan de hogaza, y teniendo en cuenta que la última vez que masticaron algo que no fuese un chicle fue la semana anterior, sus prisas en el andar están más que justificadas.

Ponen caras de cabreo y de odio generalizado: Como para no. Todavía les faltan siete horas y media para comer otro gajo de naranja, y encima tienen que llevar un modelito ideado por un diseñador en horas bajas o altas; dependiendo del ego, de las drogas o del mal gusto con el que nacieron, que también puede ser.

La mayoría tiene las piernas muy torcidas: Exacto. No caminan, sino que calcetan. Van poniendo un pie delante de otro pero con la puntera metida hacia adentro, al igual que se hace con las agujas de tricotar. Esto ya es el colmo, francamente; en lugar de ofrecer tu mejor facha, resulta que te tienes que hacer la patizamba porque, al parecer, es mucho más fashion. Y si el resto de seres vivientes no comprendemos semejante gesto de sofisticación, se debe a que vagamos por la vida obsoletos y desfasados sin pudor alguno.

Y como si esto no fuera ya el colmo de la mamarrachada, intentando imitar a estas pobres modelos, ha nacido una de las modas más absurdas y descerebradas que circulan por ese jungla que es Instagram. Seré breve, no os preocupéis, ya que para describir esta auténtico esperpento de la idiotez solo se necesitan dos palabras en inglés: ”THIGH GAP”; o lo que es lo mismo, el hueco que debe haber entre uno de tus muslos y el otro.

De crucial relevancia, este espacio vacío es el signo inequívoco e indicador de lo delgada que estás; pues si un muslamen se te queda pegado el otro sin ninguna ranurilla para respirar, es que estás como una orca; así que olvídate de lo de ser modelo y ya no digamos, de ser feliz. En fin. Prosigamos.

– Les encasquetan unos peinados feos de cojones: Ya podrían estar superfelices, pues han conseguido tener el muy solicitado thigh gap, y sin embargo les ponen a las pobres un pelo bañado en vaselina industrial, de esa que va muy bien para untar el riel de la ventana, al que le añaden un ricito pegado en la frente igual de grasiento, que no sabes si se parece más a Supermán o a Estrellita Castro. No hay derecho.

Sin olvidarnos, además, de uno de los complementos capilares indispensables en esto de los desfiles de moda: LOS FLEQUILLOS A MEDIA FRENTE, de esos que parecen que les ha mordido un burro, en vez de haberse puesto en manos de un célebre peluquero.

Las maquillan a oscuras: Esa es mi conclusión. Con tanto foco y tanto show, se les funden los plomos y las pintan como pueden: a unas las ponen sin cejas y a otras les colocan unas pestañas postizas del tamaño del abanico de los Locomía. Un cuadro, para qué engañarnos.

Todas llevan unas ojeras del quince: Lo mismo son madres primerizas, o puede que estén con los exámenes finales de la uni, porque hay que ver que ojeras y qué mala cara traen estas chicas. Es más, si no vienen con ojeras de casa, se las dibujan. En este mundillo está muy mal visto tener buena cara. ¡Eso es de gordas!

Entre bambalinas fuman como chimeneas: Dado que no mastican mucho, les ha dicho el médico que hagan alguna gimnasia con la mandíbula para que no se les quede la zona entumecida, así que fuman como carreteros y ya de paso engañan el estómago, que es muy listo y de vez en cuando se pone mandón reclamando lo suyo.

Comer papas fritas y hamburguesas es su perdición: Las veces que he leído una entrevista a alguna modelo, en la intro nos explican que en cuanto la protagonista hace su entrada en el hotel, antes de sentarse, lo primero que hace es pedir al camarero unas papas fritas con salsa para mojar. E incluso le ofrece a la periodista unas onzas de chocolate que lleva en el bolso. “No puedo pasar ni un día sin él”, afirma.

Menos hipocresía, pliss.

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